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Integrantes:
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Alheli Aquiño


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Barrio de palabras
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¿Qué es y cómo funciona la comunicación?





Cuento con el barrio de palabras



Un Ángel estúpido

Recuerdo a Ángel como un muchacho soñador, amante del deporte que a pesar de vivir en un distrito humilde, aspiraba en grande con entusiasmo y pasión. Su objetivo era ayudar a su familia y a la gente con la que convivía que al igual que él estaban en una situación difícil.
Desde pequeño contaba con el apoyo de su amiga Rosa, quien lo animaba cada día y lo acompañaba a correr y entrenar, siempre con una sonrisa encima, el ejercicio era el medio que los mantenía unidos.
Terminando la secundaria, ella tuvo que viajar y sin previo aviso dejó a Ángel desolado ya que tenía en su corazón sentimientos encontrados hacia ella y quería confesárselos de una vez por todas. Desde ese entonces Ángel tuvo un vacío en su pecho que no llenaría hasta volverla a ver, temía y estaba muy ansioso de no saber su destino y cómo se encontraba.
Nunca había conocido a alguien que poco a poco se vaya auto destruyendo por amor, de ser un chico con gran futuro a quedarse envuelto en las drogas y malas juntas. Era irreconocible.
Por otra parte yo he estado de observadora por mucho tiempo, bastante preocupada pero a la vez silenciosa y apartada por miedo de que sea rechazada una vez más.
Hasta que un día tuve la oportunidad de encontrármelo y no sé si fue odio, resentimiento o locura de lo que se había convertido o el hecho de que el futuro de nuestra sociedad se encontraba en nosotros y él estaba desperdiciando el talento que con tanto esfuerzo consiguió, aún tenía tanto por vivir, aún veía en él esperanzas.
No dudé entonces de darle una tremenda golpiza, siendo muy descarada además, al saber que se encontraba en estado de ebriedad mientras le hacía entender que todo lo que hacía no daba ningún fruto y que ella no volvería sólo por el hecho de embarrarse de excesos.
No soy una chica mala, sólo muy ruda por diferentes circunstancias y de alguna forma quería ayudarlo sin importar no obtener su cariño a cambio, no me asustó llevarlo a mi casa, sabía como cuidarme si algo malo sucedía, sabía defenderme.
Durmió todo un día, supuse que era lo mejor para él, tenía preparado una sanación completa, sin importar que no estuviera de acuerdo. No quería tratarlo como un perro, pero si era necesario me dije, lo haré.
-Si con estas sigue igual, lo tendré que llevar donde lo encontré.- pensaba mientras sonreía.
Con un Ángel mas consciente pero debilitado, fui al doctor, que me aconsejó que lo tenga en una dieta bastante suave ya que tenía úlceras en el estómago, pobre Ángel y que estúpido.
Así que lo tuve a base de pastillas, al parecer no le importaba estar a mis cuidados, puede parecer un poco tóxico pero poco a poco volvía a ser él mismo.
Mis animales le ayudaban a no sentirse solo cuando le pasaba lo del síndrome de abstinencia, pensé que al dejarlo con las puertas abiertas en algún momento se marcharía pero todo lo contrario, hablábamos diario, era la mejor medicina.
Ángel ahora limpio de alcohol me agradeció tanto que me dejó sin palabras, no me reconocía, no sabía que yo era aquella chica enamorada que lo esperaba en la salida de la clases , yo no tenía ningún sentimiento de venganza, ni nada por el estilo, sólo quería su bien.
Empezó a trabajar y a colaborar con dinero para el hogar, el pequeño hogar que había construido.
Las personas hablaban de que lo había vuelto mi prisionero y no lo dejaba salir, pero me iba y venía, lo que si provocaban en mí, era aguantarme unas buenas carcajadas.
Lo sorprendí con unas zapatillas y un par de zapatos nuevos.
-Para que pisar con fuerza no te cueste tanto y no caigas de nuevo- le dije.
Yo ya no sentía nada por él o es que pensaba solo en su estado.
-Ella volvió- me dijo una vecina sorprendida y bastante ansiosa de saber mi opinión.
-Pues me alegro- sonreí mientras le daba un mordisco a mi primer alimento del día.
Las personas siempre hablan mal y más cuando vives en un distrito bastante pequeño como el mío.
Me enteré que estaba envuelta en cosas del gobierno, Ángel ya lo sabía, ya había hablado con ella, lo supe por la carta que dejó en la camita de mi mascota.
Le había devuelto los pasadores que se habían quedado algún día en su casa, en algún momento, en algún año que ni él recordaba, los mismos con el que decidió suicidarse en la misma casa que lo salvó. Pobre Ángel y que estúpido.





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