Cuento a partir del tutti frutti realizado en clase


                                       Primera lágrima puberta

Hoy fui a visitar a Susana, al final acabamos saliendo a pasear en la bonita plazuela cerca de su casa, estuvimos tonteando con pequeñas piedras y armando figurillas en la arena de la zona de juegos para niños.Según ella, esto nos podría dar ciertos problemas ya que habíamos trasladado una cantidad bastante importante de piedras.

Salimos volando de ahí, ella siempre seria, se fue por la vía mas precaria de la acera, me sentía un mequetrefe y solo quería morir de la vergüenza, ella estaba realmente enojada conmigo, me estaba matando con la mirada.

Nos dirigimos a nuestros hogares, ella no tenía la mínima intención de despedirse, me sentí un tonto al pensar que podríamos llegar a un buen acuerdo después de lo sucedido en el colegio pero resultó acabando aún peor.
Fui a buscar un poco de comida en el frigider pero no tuve mucha suerte, solo encontré un taper verde con la advertencia de no comer, no hice caso y me comí el kekito vorazmente, noté un sabor extraño.

Vi por la ventana a mi hermano acercándose y yo estaba acabando de comer el último pedacito, entró y me dispuse a salir de la casa nuevamente, ahora con un nueva misión de arreglar lo sucedido.

Me encontré a Benito y me preguntó si estaba enfermo o decaído, no entendí su pregunta. Sentía
una relajación muy profunda como tener sueño pero no estar cansado,aún así nada me iba a detener, estaba muy arrepentido.
Benito me acompañó hasta su casa, parecía que le da daba bastante igual que fuera ella, habían sido muy cercanos antes y nadie sabe en que momento o circunstancia dejaron de hablarse.
 Por la ventana, vimos a una señora que parecía estar perdiendo el control, muy ansiosa,haciendo movimientos extraños bruscamente.
-Ameliaaa- decía desesperada, pero Amelia indiferente se encontraba estudiando en la mesa de su comedor.
Benito y yo nos escondimos entre los arbustos de su jardín cuando vimos acercarse a un señor que parecía ser su padre con un camión de mudanza, no nos notó, Amelia le abrió la puerta y la dejó entre abierta, fui tras ella pero se metió en su habitación, tenía mucho miedo de que su familia pensara maliciosamente en mis intenciones de encontrarme en su casa sin haber sido invitado,así que me escondí en su baño, sentí temor a ratos que se me pasaba rápidamente, al parecer ya entendía porque no se debía comer dicho kekito, me imaginaba a mi hermano molesto y eso me tranquilizaba aún más.
Tenía que salir en cualquier momento, cada segundo se volvía mas insoportable, estaba bajo los efectos del keke bebiendo el agua del grifo para que se me pasara. De tanta agua sentía que iba a explotar y que el momento de vaciar el estómago llegaría, olvide por completo todo y como es habitual, jale la palanca, lo había arruinado.
No tardo mucho cuando escuché mi nombre.
-Pedro, ya sal de aquí- me dijo, me estaba echando de su casa. No quería salir, así que empezó a tocar , cuando llego la tercera tocada, supe que debía afrontarlo.
-Lo siento Amelia, yo sólo quería conversar contigo- le dije cabizbajo
-Acabas de meterte a mi casa,¿Qué quieres que piense de ti?, ¿Acaso no te fue suficiente con lo que me hiciste?
Este año fue el peor de todos, no se que me pasaba por la mente y no sé porque me siento así, siempre he sido un chico bastante fresco, el chistoso de la clase, pero supongo que esto es lo que llaman adolescencia y esas cosas de la madurez.
Me gustaba Amelia así que me confesé pero no en privado, con todos nuestros compañeros, no soy orgulloso así que no temí a la desaprobación de ella. El punto es que ella obviamente se negó éramos muy diferentes y teníamos diferentes prioridades, no me importó mucho pero se me ocurrió la maravillosa idea de divulgar que ella era lesbiana y que esa era la verdadera razón por la que no quería esta conmigo.
A partir de ese día Amelia sufrió un bullying constante que no pudo soportar y empezó a no ir a clases, lo peor de todo es que yo no me había dado cuenta hasta que empezó a faltar. Me sentí muy culpable, su pocas compañeras igual de tímidas me miraban con desprecio pero no se atrevían a decirme nada.

-Amelia, lo siento tanto-
-Ya no importa Pedro, de todas formas ya no te veré por acá, me largo mañana-
Al irme de su casa, me salieron lágrimas, menos mal que no estaba Benito o se hubiera burlado, fue la primera vez que lloraba por una chica que ni siquiera tuve la oportunidad de conocer.


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