Cuento final


Señor nariz de Juan



En una tarde opaca y lluviosa, María estaba sentada al lado del ventana de un autobús. Ella tenía el cabello demasiado corto para su gusto, llevaba abrigo para el frío, se veía tranquila mirando la calle, pero por dentro estaba ansiosa por el encuentro que tendrá. Se aproximaba a su cita planeada por internet, con un amigo virtual que conoció hace tres días. Ellos ya se habían intercambiado llamadas, pero los dos decidieron dar un paso más, para ver si surgía algo, lo que sea, menos una relación. Así lo decidieron ambos, y estaban de acuerdo con eso.
A María no le importaba como se veía - de todas formas , no tendré problemas- Se dijo. Ya lo había visto por fotos, había algo, algo que llamaba su atención, pero no podía saber que era. Por eso, quería conocerlo en persona, frente a frente para apreciar mejor sus rasgos faciales, ya que por el lado corporal no había salvación para sus ojos. Llego la hora de bajar, el cobrador en un tono molesto, le llamó la atención, diciéndole: -¡Tienes que avisar antes! ¡Tienes que hablar, habla!, María esbozó fingida sonrisa y cambió su expresión en ira y le dijo: Vete a la mierda mierda y bajó apresurada. No escuchó la contestación del hombre con olor a sobaco y humo, todo fue muy rápido.
Ya se hacía de noche y era lo que más anhelaba, odiaba ser expuesta por la luz del sol, soportar miradas innecesarias que observasen su rostro con pequeñas cicatrices poco visibles pero que para ella, eran un motivo de complejo. No soportaba quedarse mucho tiempo viéndose en el espejo, no esperaba nada, ni nada de nadie, quería estar sola con su rencor y todo lo que hacía era para su placer y satisfacción, así era María o la mayor parte de su vida. Llegó a una plaza y se sentó a su gusto , debajo de un techito compuesto por árboles que resistían la pequeñas gotitas de lluvia, María sacó su celular, uno especial, uno que solo utilizaba para citar a sus chicos. Escribió un mensaje para él, Juan, mientras pensaba

- no esperaré más de media hora, ni siquiera sé que parte es la que quiero de él- mientras se contradecía un mensaje de -¿Dónde estás?- llegó. Un joven con aspecto de alguien mucho más adulto, con pequeñas arrugas en crecimiento, piel tostada por el sol, la cara grasienta y ropa arrugada, preguntó :
- ¿tú eres María?-
María levantó la mirada y asintió - sí, yo soy, ¿Eres Juan verdad?-
- sí, perdón por demorarme, acabo de salir de mi chamba - contestó Juan tratando de iniciar una conversación para amenizar la demora
- estaba a punto de irme-
-olvidé avisar-
- ¿Vamos por un jugo?- dijo María animosa, con ganas de salir de ahí.
-Un jugo con este frío? , Vamos al KFC, me muero de hambre-
- bueno, pero no he traído dinero suficiente para eso-
María en pequeños murmullos mentales lo tachaba de gordo grasiento , por pedir tales porquerías, pero reprimiéndose, dio su mejor versión amable , para poder cumplir su cometido.
-te invitaré-
-ay, gracias, aunque no es problema, no como mucha basura- la joven ya no podía aguantar más y tenía que liberarse de alguna forma. Sentía asco por él, con solo mirarlo, lo miraba mucho , lo analizaba hasta llegar siempre al mismo punto: el centro de su cara, ahí estaba , era asqueroso, todos esos barros y legañas en sus ojos, pero ahí estaba, el ser por el cual soportaría todo ese día. Cuando llegaron al local del KFC, a Juan le cambió la expresión rotundamente .
- Estoy muy hambriento, ¿no te importa si está noche me como todo lo que hay acá no? ... Incluida tú- dijo Juan con una sonrisa supuestamente seductora pero que más bien parecía de un pervertido y posible violador. María lo ignoró y se puso en la cola.
- solo quiero un helado ... Y sí, con este frío, el helado se come todo el año-
Juan río incómodamente, mientras sacaba dinero de su bolsillo. Llegó el turno y María recibía su cremoso heladito color crema, de verdad le encantaba y disfrutaba el momento donde daba la primera lamida y sentía el sabor a queso que tenía. Espero en la mesa a Juan, se demoraba mucho por la cantidad de comida que había pedido, aunque veía que cargaba muchas cosas, no quería ayudarlo, deseaba que se resbalara o pasara algo para no verlo comer. Sentados los dos. María tomó otra actitud, callada más no tímida , su compañía no le agradaba , parecía un cerdo cuando comía tan rápido y sin masticar y lo peor de todo es que aún así trataba de conversar, haciendo que la joven aprecie la creación de su bolo alimenticio.
-vamos a mi casa - dijo Juan , ella sabía que una chica normal y coherente, hubiera negado tal invitación, obviamente Juan era un cretino y se la daba de "muy, muy" , muy estúpido.

Subieron a una combi, el muchacho con sus paquetes apestosos de pollo grasiento a medio comer. Sentado se quedó dormido en el asiento, avisando que se le despertara cuando llegasen al mercado 105 . La chica apegada a la ventana, como siempre, nuevamente se quedó mirando al centro del rostro de Juan .
-eres tú, pobrecito, todo lo que te han hecho-
-ayúdame, sácame de aquí- decía la nariz de Juan - no merezco esto-.
La muchacha acarició la nariz, tratando de consolarlo.
-¿Qué haces?- preguntó el chico
- ¿Te gusta mi nariz?- vociferó a carcajadas
- Ya verás que tengo cosas más grandes-
-Sí... Claro- pensó María y volteó la mirada, era obvio que era Juan el elegido.
Llegaron a su destino, ella estaba preparada, recordando el plan en su mente y las precauciones que tendría que tener. Al entrar a la casa de Juan , se sorprendió del desorden y suciedad que había, Juan ni siquiera se disculpó por tal ambiente desagradable, le daba igual, acomodó un espacio en su sillón y la invitó a sentarse ,
- tengo netflix- dijo entusiasmado
- esta serie es genial- mírala, mientras preparo algo para comer- .
-cerdo- pensó María, solo quiere comer. Juan entró al baño, luego de media hora, la joven se quedó estupefacta de no ver ni un rastro de agua en él. Juan estaba de espaldas en la cocina, tarareando una canción que tenía puesto en su celular, a un volumen que llegaba a molestar, era de "cómplices al rescate", una serie muy antigua.
Mientras cortaba panes por la mitad para poner su pollo sobrante, uno, dos, tres , cuatro cinco y seis , logró contar su acompañante, lo que no tenía previsto era que Juan era una cabeza más alto que ella, por lo que era difícil y aún con esa posición ejecutar el bendito plan, sabía que debía aprovechar ese momento de distracción , el ruido y la noche. Sin pensarlo dos veces cogió la maceta vacía que se encontraba en un rincón de la cocina, que Juan no podía llegar a ver, estaba hecha de cemento y había elaborado el padre del muchacho, antes de irse a vivir solo, como un último regalo.

Era mucha la adrenalina para la joven que solo quería reír, al saber que tenía todo el control de la situación,tiró la maceta hacia su cabeza con una fuerza impensable para alguien de su tamaño, que luego le costaría dos semanas de reposo.
No lo recordó, no recordó cuales fueron las últimas palabras de Juan, él ya no estaba, el solo era ahora carne, carne con un pequeño diamante al medio que debía obtener.

Cómo su plan lo indicaba, María se quedaría unos días en la casa del chico, hasta completar, limpiar y extraer su cometido. En esos días escribió en su celular:
Día 2:
Hoy despierto, hoy veo a Juan y no veo más que carne, carne desechable, carne que solo sirve para darme placer y nada más, antes de Juan, mucho antes de Juan, estuvo Alberto, antes de él, Joaquín, y previo a él, Pablo. Ninguno llegaba a complacerme, parte de ellos, solo una parte de cada uno de ellos se acercaba a lo que buscaba. Y hoy necesito una nariz, y la de Juan da respiraciones profundas, sus quiebres de tarmeño autóctono moldean a mi parecer las expectativas más altas que tenía.
No recuerdo como de un solo golpe pude noquear a Juan, pero lo logré, tumbado en el piso pude cargarlo con la poderosa fuerza de la adrenalina y excitación que sentía en ese momento, era mi oportunidad para hacer lo de siempre. No podría decir que soy experta en esto, mas bien me considero una suertuda.Estoy cansada de Juan. de ver sus manos, sus pies, sus ojos y todo el olor que emana su cuerpo, pero aguanto todo, porque estar junto a él me tiene embobada, le he preguntado varias veces porque no se anima a escapar de ese tormentoso cuerpo y como me da tanta pena verlo sufrir, he decidido sacarlo de su problema desde la raíz.

La joven sentía la necesidad de conservar aquella hermosa nariz ahora extraída y depositarla junto a los otros huéspedes que alguna vez fueron parte de unos cuerpos, y lo consiguió. Tenía poco tiempo y muchas ideas en mente, estaba acostumbrada a estar rodeada de producto humano, no era esta su primera vez de citar a chicos como Juan, su único objetivo era crear el hombre perfecto y soñado que siempre quiso, que le rodeara con sus brazos y poderle decir que cada centímetro de él, estaban hecho para ella y por ella, que le brindara un afecto que nunca había podido acariciar.
Sin saber de anatomía, la chica logró unir y armar todas las piezas que había conseguido, eligió entre una variedad de brazos, piernas, manos y demás partes del cuerpo, de manera rigurosa, a veces era un poco difícil decidir cual era mejor, le tomo tiempo cortar, coser y lograr que quedar fijo, pero lo logró, el conjunto no tenia una forma humana precisa, más bien parecía una masa pigmentada con diferentes tonos morados, pero aún así le parecía la cosas más perfecta que había visto, verlo, hacía que sus ojos brillasen y no podía separarse de él, en el medio colocó al hermoso ser, el protagonista de todo su invento, un invento que le costó años realizar, que le tomó gran parte de su vida y que ahora disfrutaría, y así lo nombró, a su parte última deseada: "El señor nariz de Juan" y por un momento María gozó de alegría y de un posible amor verdadero, que no duraría tanto, ya que tocaban la puerta de su casa y no podía negar a los invitados.


















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